Durante la jornada del domingo 19 de junio, se llevaron a cabo las elecciones primarias para alcaldes organizadas por el Servicio Electoral, en 93 comunas del país. Además de lo desafortunado del día, que coincidió con el día del padre y fue uno de los más fríos del año, la participación en las urnas estuvo lejos de ser ejemplar. Con 282.506 votos, solo el 5,5% de los habilitados para votar lo hicieron.
Durante la jornada del domingo 19 de junio, se llevaron a cabo las elecciones primarias para alcaldes organizadas por el Servicio Electoral, en 93 comunas del país. Además de lo desafortunado del día, que coincidió con el día del padre y fue uno de los más fríos del año, la participación en las urnas estuvo lejos de ser ejemplar. Con 282.506 votos, solo el 5,5% de los habilitados para votar lo hicieron.
Con este bajo nivel de participación, y sin mucho espacio a autocríticas, desde el mundo político no tardaron en comenzar a cuestionar el voto voluntario, y se levantó un debate en torno a si se debería volver al voto obligatorio. Al margen de la discusión sobre si votar es un deber cívico, nadie dedicó un minuto a tratar de entender la abstención y hacer una proposición más allá de intentar obligar a votar a un padrón que fue inscrito de forma automática. ¿Y si las primarias hubieran sido online?
Entender la abstención no es tarea fácil, está en general ligada a razones personales y no se exige explicación para no ir a votar, por lo que no se puede saber a ciencia cierta por qué estas primarias tuvieron una participación incluso más baja que el pronóstico conservador del Servel de un 10%. Sin embargo, existen tres grupos de personas que se pueden distinguir entre los que decidieron no ir a votar el domingo de primarias:
Los primeros, los llamaremos de abstención dura: son los que no quieren saber nada del mundo político, que están firmes en la decisión de no votar, por la razón que sea. Es el grupo que, incluso si la votación fuera obligatoria, preferiría pagar la multa o armar un viaje para excusarse en vez de votar. A este grupo la votación online no le hace diferencia, los de abstención dura simplemente no quieren votar.
El segundo grupo lo llamaremos de abstención circunstancial, son todos aquellos que queriendo votar no pueden hacerlo por motivos de fuerza mayor: están lejos de sus mesas de votación, tienen que trabajar, tienen algún tipo de enfermedad o capacidad reducida que no les permite desplazarse a las urnas, están en el extranjero o están privados de libertad sin condena. Este grupo es muy importante, ya que ve afectado sus derechos por el sistema: tienen derecho a voto y las ganas de hacerlo, pero el sistema tradicional de voto en papel con locales de votación fijos no se los permite. A este grupo la votación online le soluciona de buena manera el problema: ya no importa si están trabajando, fuera del país o enfermos, si quieren van a poder votar.
El último grupo es de una abstención blanda, que es relevante porque seguramente es el más numeroso: son todos aquellos que su intención de votar fue superada por los costos que impone hacerlo: desplazarse, salir al frío, interrumpir la celebración familiar, etc. Este grupo, si bien no ve coartado su derecho a voto, decide no hacerlo. Quizás con un mecanismo de voto online sí hubieran participado, porque les “acercaron la urna a la casa” y les es más fácil votar. Es un claro ejemplo de que mejorar el acceso a bienes y servicios permite que sean aprovechados en mayor medida. Como es el grupo más numeroso, se vuelve interesante pensar que si ellos hubieran votado hubiéramos tenido una votación histórica.
Si la participación es lo que nos importa, suena entonces que hacer cambios al sistema que mejoren el acceso es un mejor camino que intentar obligar a todos a votar. Mal que mal, los de abstención dura igual no van a votar, los circunstanciales se pueden excusar y si se obliga a los de abstención blanda van a intentar excusarse o hacerlo de mala gana, impactando negativamente en nuestro ya desprestigiado sistema político, al contrario de la alternativa que ofrece la posibilidad de terminar una elección con un alto nivel de participación, y ciudadanos agradecidos por la mejora.
Primarias online
Hay que entender que esto debe ser un proceso, y que saltar directamente desde el papel y lápiz a votación remota a través de Internet puede resultar en un fracaso de proporciones similares al cambio de buses amarillos por de colores en Santiago. Sin embargo, mejorar el acceso no es solo empezar a votar online, se puede implementar primero un padrón universal que permita votar en cualquier mesa, o al menos comenzar a hacer pilotos de soluciones de votación online para que cuando estemos preparados lo podamos hacer, en vez de terminar con un 5% de participación y comenzar a mirarnos las caras y creer que el problema es que votar ahora es voluntario.