La polémica generada por Uber y los taxistas es un excelente ejemplo de los problemas difíciles que plantea la tecnología y la innovación a los gobiernos y a las leyes que tienen tiempos y velocidades de cambio tan distintas. Como hemos argumentado muchas veces ya, se nos vienen múltiples revoluciones como estas, que cuestionarán la legislación vigente, las autoridades y a los ciudadanos que, finalmente, ansían estos nuevos servicios.
La polémica generada por Uber y los taxistas es un excelente ejemplo de los problemas difíciles que plantea la tecnología y la innovación a los gobiernos y a las leyes que tienen tiempos y velocidades de cambio tan distintas. Como hemos argumentado muchas veces ya, se nos vienen múltiples revoluciones como estas, que cuestionarán la legislación vigente, las autoridades y a los ciudadanos que, finalmente, ansían estos nuevos servicios.
Lo primero que quisiera destacar es lo complejo que es el problema. Los seres humanos detestan la complejidad y la incertidumbre, por lo que tienden a creer que los problemas son triviales y que sólo un punto de vista es válido. En este caso, encontraremos a los taxistas y legalistas que opinan que obviamente Uber es un servicio ilegal y no hay nada más que pensar. Por el otro lado, están los usuarios conectados y deseosos de buenos servicios que opinan que los taxis son una mafia que ha logrado manipular al gobierno para evitar que exista un servicio de excelencia. La realidad, y les pido que traten de entender ambos puntos de vista para aceptarlo, es mucho más compleja y los dos tienen algo de razón.
Aceptando eso, sin embargo, creo que es importante entender que cuando el marco regulatorio se vuelven un obstáculo para la innovación (y casi siempre lo es), y existe un caso obvio de servicio útil, con usuarios felices, siempre debemos apurar las correcciones legales necesarias. Los países que se cierran a los cambios y defienden hasta la muerte sus esquemas tradicionales no se desarrollan y no avanzan en este nuevo mundo tecnológico.
El equilibrio entre permitir la existencia de Uber, sin ser demasiado injustos con los taxis regulados, es un camino difícil pero viable, donde el gobierno tiene que jugar un rol inteligente y fundamental. Sobre todo hay que evitar matar la innovación, o forzarla a seguir un camino ilegal. Un ejemplo ha sido el vano esfuerzo de los sellos musicales y la industria del cine por mantener su esquema tradicional de vender los contenidos y no permitir copiarlos. Varios innovadores como Netflix o antes last.fm tuvieron que dar grandes batallas para que les vendieran los derechos de difusión. Todavía hoy es habitual que hayan restricciones estúpidas en esos servicios (sobre todo en países como Chile) debido a defensas corporativas de los grandes de la propiedad intelectual (y que no son los artistas).
Aprovechando el interés demostrado, nuestra empresa de voto electrónico puso en línea una plataforma abierta a todos los chilenos para que votaran en esta polémica. Les hicimos dos preguntas: ¿bajo qué normativa debería operar Uber? y ¿Está de acuerdo con que el gobierno retire los autos de Uber? Estuvo abierta seis días y pueden ver los resultados en http://uber.evoting.cl si les interesa el detalle.
En resumen, votaron 5.286 personas y opinaron en un 60% que debiera haber una regulación específica y en un 94% que no debieran retirar los autos. Tal vez lo más impresionante me resulta la participación, pensando que no tuvimos mucho tiempo y que no somos un ente oficial que está haciendo una consulta vinculante o algo parecido. Al parecer, la gente quiere opinar, quiere participar si le damos las herramientas adecuadas. Hacer consultas ciudadanas resulta, si enfocamos bien las preguntas y logramos que votar resulte fácil.
Por otro lado, si miran el gráfico de votos recibidos por hora, es impresionante el efecto que tuvo salir por televisión abierta en el matinal el lunes 11 de abril. Está bien que la televisión esté muriendo, pero ¡qué efecto tiene todavía!
También hubo un aumento más pequeño en las últimas horas de votación donde hicimos un esfuerzo de difusión en las redes sociales a través de gente “influyente” y con el efecto clásico chileno de hacer todo a última hora.
En conclusión, se nos vienen tiempos difíciles, donde las opiniones tienden a estar divididas y donde la ciudadanía quiere opinar y hacerse oir. Sin embargo, si hacemos asambleas presenciales donde esperamos que la gente venga a participar, usualmente nos encontramos con las salas vacías. Si le pedimos que emita su opinión votando desde su dispositivo personal, en cualquier lugar del mundo, la gente responde y participa masivamente. Parece muy buena idea aprovechar estas plataformas para que la ciudadanía participe y para que las autoridades sepan cómo se reparten las opiniones en números concretos.
Al menos eso evitaría que todos digan que representan a la mayoría silenciosa, y ahora por fin pueden preguntarle qué opina. Será silenciosa, pero tiene celular.
José M. Piquer
IT-Talk ltda